Ser autista no es ninguna elección. No es “que el niño sea tímido”, ni que “no quiera relacionarse con los demás”. Tampoco creo que tengan otra forma de entender las relaciones, ni otra forma de entender el mundo.
Es que, cuando un niño es autista, carece de determinadas habilidades para la comunicación y para las relaciones con el mundo exterior. Ojo, porque si afirmamos que el autismo es una carencia educativa, la responsabilidad, la “culpa” de ello asumimos que la tienen los que han educado al niño, que normalmente son los padres. Y tampoco creo que esto sea así.
Las principales dificultades de las personas que sufren este trastorno las agruparía en dos grupos: los procesos de comunicación y la capacidad de percepción.
Con respecto a los procesos de comunicación, el lenguaje (base de la comunicación que usamos en nuestra sociedad) falla, en parte debido a dificultades que puede sufrir su capacidad de memoria. Además, las relaciones sociales se ven afectadas de pleno: si el lenguaje es lo que nos pone en contacto con los demás, y éste falla… Las relaciones se ven truncadas por la falta de conexión que existe entre el pensamiento o el sentimiento y la forma de expresar el mismo a través del lenguaje.
Por otro lado, la incapacidad de percepción o la forma en que ésta se produce, se traduce en déficits de atención.
No se encuentra explicación a lo que “falla” en las personas que sufren autismo porque tal vez no sea algo físico, ni algo observable en al cerebro ni en el cuerpo en general. Igual que no puede dictaminarse que el cerebro esté dañado en las personas que se intentan suicidar, ni en las personas que ejercen o reciben maltrato, ni en los trastornos de bipolaridad. El ser humano es más de lo que se ve, de lo que es medible. Tal vez esté llegando el momento de aceptarlo.
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