jueves, 19 de mayo de 2011

Adicción a las Nuevas Tecnologías. El Fenómeno BlackBerry

El mundo ha cambiado. Ha cambiado, y sigue haciéndolo. Y a pasos agigantados.
Recuerdo el primer móvil que apareció en mi casa: era un ladrillo con antena. Y hoy, “si no tienes un IPhone, pues no tienes un IPhone”. Móviles delgados como folios, sin teclas, que además son brújulas, GPS, cámaras de foto y de vídeo, grabadoras, reproductores de música, linternas, libros, videojuegos… La sociedad ha ido perfeccionando la construcción de aparatos digitales de todos los tipos, usos y colores. Y esto está empezando a ser un problema.
Creo que el cambio es bueno, y que la evolución es siempre evolución y nunca involución. Sin embargo, cuando una situación, o una estructura de funcionamiento social muta, da lugar a otra que trae consigo nuevas oportunidades y nuevas amenazas. Nuevas cosas positivas y nuevas cosas negativas.
Y esto es lo que está pasando con las Nuevas Tecnologías. Pongamos el ejemplo de lo que yo llamo “El fenómeno BlackBerry”. Últimamente entre los adolescentes se ha puesto de moda llevar colgando del cuello, cual collar estrafalario, una BlackBerry, en su funda de color chillón. Dicho móvil ofrece la aplicación del chat perenne, es decir, de estar constantemente conectado a un chat en el que se puede hablar con los amigos. Y es gratis (quiero decir, que entra en le tarifa de internet básica contratada).
¿Por qué la BlackBerry, y no un IPhone o cualquier otro modelo de teléfono que también tenga chat? Pues porque es barata (más que un IPhone), por lo que está al alcance de los adolescentes, sin sueldo propio. Porque tiene un teclado completo, lo que facilita la escritura rápida (los adolescentes ya tienen mecanizadas las teclas del ordenador debido al uso del MSN y del chat de Tuenti), y, simplemente, porque se ha puesto de moda. “Es guay tener una BlackBerry”.
Paralelamente, aparece el riesgo. Las oportunidades las descubren los adolescentes solitos. Los riesgos (un enganche al móvil tan grande que dificulta las relaciones cara a cara, y que entorpece el estudio del adolescente mezclando el tiempo de estudio con el tiempo de ocio de forma constante), deben verlos los adultos. Y los padres y madres de dichos adolescentes pertenecen al otro lado de la brecha digital: son inmigrantes digitales. Por ello, no tienen ni conocimiento, ni control, ni información (no todos, por supuesto), para captar esos riesgos y prevenirlos.
Y ahí está el problema. No en las Nuevas Tecnologías en sí mismas. Sino, como dije en clase, en que, igual que se da la charla de sexo, la charla de los estudios y la de los amigos a los hijos adolescentes, debe empezar a darse la de Internet y demás. Y quienes deben darlas, la mayoría de las veces, no tienen herramientas para hacerlo. Son usuarios de segunda clase, y sus hijos les dan tres mil vueltas en el uso de las mismas NT. Y así es complicado educar.

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