viernes, 28 de enero de 2011

Concepto de Inadaptación social. Amorós y Ayerbe. (Propuestas de intervención)

No es ninguna noticia de última hora: hay sujetos inadaptados en nuestra sociedad. He hablado tantas veces de lo que opino acerca de este fenómeno, he plasmado tantas reflexiones en este blog acerca de este tema… que ya sólo me queda hacer una cosa: Plantear las líneas de intervención.
Tras leer la lectura de Amorós y Ayerbe, me quedé con una frase dándome vueltas en la cabeza. Dice así: “El ser humano es conceptualizado como sujeto capaz de crear y otorgar significado, capaz de hacerse cargo de su entorno e incluso de su propia condición, dotado del don de la anticipación, planteamiento y proyección”. (Amorós y Ayerbe 2000).
Esta idea me pareció bastante acorde con mi forma de pensar. Sin embargo, a más vueltas le daba, más peligrosa me parecía. ¿Significaba que la responsabilidad de su adaptación caía sobre el propio sujeto? ¿Hacía eso “culpables” a los desadaptados, de su inadaptación? Eso limpiaba las manos del colectivo social que rodea al sujeto, y elimina la responsabilidad de los poderes públicos que rigen la sociedad de ayudar a esas personas. Y entonces me pareció una idea equivocada.
Volví a leer el texto, y me encontré otra: “La inadaptación social es un fenómeno social, y no se puede deslindar de los procesos y momentos históricos, de las ideologías existentes y de los dispositivos sociales y legales que se han construido para gestionar tales fenómenos”. (Amorós y Ayerbe 2000). Más adelante, se afirma que la inadaptación del sujeto es en parte fruto del medio en el que vive, que ejerce un factor de riesgo.
Entonces se me ocurrió una idea: La intervención como un doble proceso de fuerza: centrípeta y después centrífuga. Un sujeto marginado socialmente, en un ambiente marginal. Conseguimos trabajar con él durante un período de tiempo en que el sujeto y el medio del que provenía (marginal) apenas tienen interacción. Y ejerciendo sobre él todos nuestros sabios conocimientos de trabajadores y educadores sociales, y sin “meter la pata”, conseguimos que desarrolle unos patrones conductuales “socialmente integrados” (llamémoslo así). Diríamos que hemos ejercido sobre él una fuerza centrípeta: desde el medio normalizado en que hemos trabajado con él, hemos ido trabajando la afectividad, las relaciones sociales, el rechazo al consumo de drogas, la importancia de la educación, etc. De fuera hacia dentro.
Una vez que el sujeto interioriza todo esto, lo devolvemos al medio (si él lo consiente), y actúa como una lavadora centrifugando: lo aprendido lo enseña allí por donde va. Ésta sería la segunda fase: la de fuerza centrífuga (de dentro a fuera). Lógicamente, deberían de plantearse varios procesos a la vez, de forma que el peso de los nuevos patrones conductuales que reciba el medio sea considerable: si no el sujeto podría ser ignorado, o se vería obligado a volver a su antigua forma de vida.

martes, 25 de enero de 2011

Precious.

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jueves, 13 de enero de 2011

Resiliencia.

Resiliencia. Ha sido el concepto que más me ha impactado hoy. Llegué a casa y me puse a buscar. Encontré miles de definiciones y de autores que hablaban de ella, pero me quedo con una idea, por encima de las demás. Es de Vanistendael, y afirma que  la resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad de proteger la propia integridad, bajo presión y, por otra parte, mas allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles”. Vanistendael (1994).
            Me recuerda a algo que aprendí siendo niño. Algo que me enseñó el cuento del patito feo. No importa lo feo que sea, ni la presión que ejerza el medio (los hermanos de la bandada) sobre él: el patito feo (el excluido) es capaz de resistir esa situación, y madurar hasta convertirse en el más bello (e integrado) del lago. Ésa es la capacidad más asombrosa que posee el ser humano.

lunes, 10 de enero de 2011

"The Blind Side"

Ayer vi una película que me impactó enormemente. “The Blind Side”. Está basada en una historia real, de una familia norteamericana que acoge a un adolescente de la calle. El chaval es negro y enorme, y sufre discriminación por ello. Al final, acaba siendo una estrella del rugby.
Como digo, al margen de lo emotivo de la película (buen guión, buen reparto y magnífico montaje), lo que eriza los pelos de mi nuca es el hecho de pensar  que es una historia real. Tan real como que aparecen fotos de las personas reales al final de la película.
                La película me hizo recordar lo que sentía en aquel verano de 2008, cuando decidí que lo mío era el Trabajo Social. Recordar significa, literalmente, re-cordis, del latín “volver a pasar por el corazón”. A veces con tanta teoría, y tantas advertencias de eruditos del Trabajo Social, se me ahogan las ganas. Se me olvida la vocación. Y la película me la recordó: lo que sentía, lo que pensaba, las ganas que tenía de cambiar las cosas.
                El protagonista rompe un círculo completo de exclusión (madre drogadicta, custodia Estatal, raza negra, dificultades para establecer relaciones, pobreza económica, pocos estudios y ninguna perspectiva de futuro), en el momento en que una mujer confía en él. Cuando se encuentra rodeado por una familia que lo ama, desarrolla un instinto de protección hacia ellos que luego utiliza como baza para jugar al rugby. He aquí mi teoría: el amor cambia el mundo. Cambia a las personas, abre puertas, y transforma. La capacidad de amar es la herramienta más poderosa que posee el ser humano, y usada con sabiduría, otorga un potencial desmesurado.
                Y eso es, justamente, lo que me hizo recordar “The Blind Side”. Así que recomiendo a todo el que lea este post que la vea. En serio, no tiene desperdicio.