domingo, 26 de diciembre de 2010

Líos de familia.

La sociedad avanza hacia horizontes desconocidos. Y lo hace a una velocidad vertiginosa. Uno de los reflejos más inmediatos de dicho avance es el lío que se ha montado con la familia.
La familia siempre ha sido una institución encargada de regular a los sujetos que la integraban, y de proporcionar seguridad a los mismos. Y tenía un esquema determinado: padre (cabeza de familia), madre (eje de la misma y encargada de la crianza) e hijos (base de la pirámide).
Sin embargo, en los últimos años, las familias rompieron ese esquema tan rígido. El padre empieza a establecer relaciones afectivas con los hijos, y la madre sale al mundo laboral. Los hijos pueden ser adoptados, o ser fruto de matrimonios anteriores. El matrimonio deja de ser para toda la vida. Se dan las familias monoparentales y las parejas de hecho. Se retoman, incluso, los esquemas tradicionales (abuelos en casa).
Esto supone un desorden grandísimo en la sociedad. Los roles no existen como referentes: deben irse creando acorde a las nuevas situaciones. Y al carecer de roles, la familia pierde su razón de ser (la que tenía hasta ahora).
Las relaciones sexuales dejan de circunscribirse al matrimonio, y la educación en valores de los hijos pasa a ser un cuenco en el que cualquiera puede meter el dedo (el Estado, el colegio, los educadores, los monitores…). La afectividad puede verse cubierta en cualquier otro círculo, y la cobertura de la necesidad de protección se ve sostenida entre las manos del Estado.
Ésa es la teoría. Pero la realidad es que la teoría se cumple a partes. Por eso el problemón está en que nadie sabe exactamente qué debe hacer la familia, y qué no es necesario que haga. La familia, nos guste o no, es el código de barras de todo individuo. Y las relaciones afectivas tan íntimas que se establecen dentro de la misma tienen un peso determinante en la educación. Pero esto no se reconoce. No es “progre”, no se lleva.
Repercusiones: Niños sin valores. Niños que no ven cubierta su necesidad de cariño. Padres que centran sus vidas en sí mismos, dejando de lado la pareja, los hijos… Adolescentes perdidos, sin referentes. Y un Estado que (bajo mi humilde opinión) hace verdaderas barbaridades en las clases de Educación Para la Ciudadanía. O, como dijo una vez una profesora, “Clases para la Formación del Espíritu Nacional”. Pero eso ya es otro debate.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Agencias de socialización (Rafael Merino)

Durante la infancia, el niño aprende las normas sociales y a “manejarse” en el mundo a través de dos elementos fundamentales: la familia y la escuela. Merino también habla del ocio, el grupo de iguales, los medios de comunicación de masas y el trabajo como factores de socialización, pero personalmente pienso que la socialización que ejercen éstos es de segundo orden, o no es tan directa como la que ejercen la familia y la escuela. Me centraré en la familia, porque es un tema que viene preocupándome últimamente.
                La familia posee una importancia crucial en el proceso de asentamiento de las bases de la personalidad. Esto se produce durante la primera infancia. Los padres enseñan al niño lo que está bien y lo que está mal. Y ese es el patrón de referencia que adquiere el niño. Al principio actuará por temor al castigo, o buscando la recompensa, pero poco a poco, al ir superando los estadios primarios de aprendizaje y desarrollo psicológico, irá asumiendo esas bases éticas y esos principios morales como propios. Y lo que papá y mamá decían que estaba bien, acaba estando bien.
Por eso creo que es vital detectar las familias en las que se ejerce maltrato. Por la madre, por el padre, para evitar esa horrible situación, sí… Pero por los hijos también. Y más allá de “para evitarles esa infancia tan cruel”, porque los están convirtiendo en maltratadores y maltratados potenciales. Porque el niño, si el padre es el que maltrata, asumirá que cabe dentro de la normalidad en las relaciones de pareja el agredir a su compañera. Y la niña, si la madre es la maltratada, asumirá ese papel como el que debe desempeñar en un futuro. Porque ambos se identifican con las figuras “padre” y “madre” como referencia casi exclusiva durante el primer período vital.
Son los patrones relacionales que los padres les están enseñando. Son las normas que aprenden, los conceptos de “bien” y “mal” que adquieren. Y después tienden a reproducirlos.
Por eso hay que cortar esa cadena. Porque es capaz de hacer daño a largo plazo, incluso generaciones después.

Individuo y sociedad (Rafael Merino)

El individuo participa en la sociedad a través de los roles que desempeña. Una persona no desempeña un solo rol, sino que tiene varios papeles a la vez. Así, podemos desempeñar el rol de padre, el de funcionario, el de esposo y el de amigo, por ejemplo.
Me ha parecido realmente interesante la parte de la lectura que habla del conflicto que a veces puede provocar en la persona el desempeño de los diferentes roles. Viene hablando de que un empresario autoritario en la oficina y sumiso en casa puede vivir ese conflicto si su esposa va a la oficina, porque no sabe qué rol representar.
Creo que, como humanos, cometemos un error fundamental. La persona es un todo, no una cajonera llena de compartimentos diferenciados. Por ello debemos vivir desde el interior hacia el exterior. Desde lo profundo de uno mismo: donde residen los valores y los principios morales, donde contestamos las preguntas existenciales. Donde habite el alma, o la consciencia o el ser de uno mismo. Cada uno lo llama de una forma.
Para que parecer coherentes, debemos ser coherentes. No vale ir de tolerante por la vida y después pegarse por un “quítate para allá”.
Y para trabajar con personas, es algo que hay que tener siempre presente. No trabajamos con problemáticas abstractas, tal como “el colectivo gitano” o “los inmigrantes”. Trabajamos con personas. Y debemos tratarlas como tal: como sujetos íntegros, con personalidades concretas constituidas, en parte, por un problema social. Pero no vale intervenir por partes, o cubrir a parches las carencias. Porque una persona que no tiene qué llevarse a la boca, ve afectados todos los ámbitos de su realidad: su rol de padre, su rol de trabajador o de parado, su rol de inmigrante…
Por eso hay que andarse con ojo con eso de los roles y de las incoherencias. Porque para conocer el problema de otro, antes hay que conocerse muy bien a uno mismo. Como dice un proverbio chino, “quien quiera cambiar el mundo, que de antes dos vueltas por su propia casa”.

La adaptación social (Guasch y Ponce)

En la lectura de Guasch y Ponce se hace referencia a las reformulaciones más actuales que se han hecho sobre el Modelo Cognitivo para la Rehabilitación. Esa reformulación consiste en una serie de factores que se deben tener en cuenta a la hora de eliminar la desadaptación de un individuo.
Es un listado muy curioso. Interesante, aunque roza peligrosamente la libertad del individuo. “Cambiar sentimientos antisociales”, “Reducir amistades o asociaciones antisociales”, son dos de los ítems más llamativos. Está claro que los sentimientos antisociales son perjudiciales para la integración social del individuo. Sin embargo, el individuo es libre de sentir lo que le venga en gana. Los sentimientos de las pandillas “Punkies” están todos en la lista negra, ¿no? Y las amistades y las asociaciones antisociales…  La libertad de asociacionismo es esencial en nuestro Estado de Bienestar.
Me tiembla todo, al leer esto. Es un camino, en principio lógico y producente, pero que puede volverse peligrosamente controlador. Por no decir otra cosa.

Pobreza y exclusión social (Mercedes Reglero)

En el artículo de Reglero aparecía una frase que me hizo reflexionar bastante. “Desigualdad de situaciones, sí, pero la realidad nos dice que además se da una desigualdad de posibilidades”.
Para mí la pobreza ha sido siempre un fantasma terrible, algo con lo que siempre tuve empeño en luchar. De ahí, en parte, el hecho de que esté en esta carrera. Sin embargo, a lo largo de estos tres años de formación como trabajador y educador social he aprendido eso: que más allá de la simple pobreza económica está la exclusión social. Y que ésta es más terrible, y que pesa mucho más.
La pobreza consiste en una desigualdad de situaciones. En que unos tienen para comer y otros no. En que a unos les llueve encima y a otros no. En que unos duermen sobre colchones de viscolatex y otros sobre cartones de cajas grandes de Ikea.
Sin embargo, mucho más preocupante que esto es la segunda parte: la desigualdad de oportunidades. La imposibilidad de acceder a recursos a los que otros si acceden. Qué injusto, ¿no?
El saberse más sucio, más hambriento y más pobre que el resto. Y, sobre todo, saberse menos persona, con menos derechos. 

domingo, 12 de diciembre de 2010

Ciudades Inadaptadas

Nunca había leído el término “Sociedad Inadecuada”. Y sin embargo, me asombra la lógica del razonamiento. “Cuando consideramos la marginación de las personas con discapacidades físicas precisamos que se trata de una inadecuación del espacio físico de la ciudad a su idiosincrasia”.
 Esto me hace pensar en la lectura de R. Merino “Individuo y Sociedad”. Es un planteamiento claramente ambientalista. De hecho, creo que es el que se ha adoptado por bandera cuando se trata de trabajar con Personas con  Diversidad Funcional (me niego a utilizar las siglas PDF para otra cosa que no sean la extensión de archivos digitales).
Los trabajadores sociales hemos emprendido una cruzada formidable para adaptar la ciudad a las sillas de ruedas: Los autobuses, los edificios, las cabinas de teléfonos…
Como debe ser. Uno no tiene la culpa de perder las piernas. Bastante esfuerzo debe hacer para vivir sin ellas. El problema lo tienen las Ciudades Inadecuadas. Así que adecuémoslas.

Fuerzas de adaptación

La adaptación es una de las fuerzas más voraces que todo ser vivo lleva dentro. Hasta el ser humano.
La vida nos da una serie de herramientas, y cada uno, con lo que puede, hace lo que puede como mejor sabe, para adaptarse.
Por ello, una persona que carezca de piernas, carece de esas herramientas para lograr la adaptación. Lo tiene más difícil que una persona que sí las tenga, pero lo que ambas quieren conseguir es la adaptación. La de las piernas parte de la “Base tres” (digámoslo así), y la que no tiene piernas parte de las “Base cero”. Pero ambas pretenden llegar al diez.
Ocurre lo mismo con los inteligentes y los torpes, o con los capaces de desarrollar una afectividad sana y los que desarrollan patrones afectivos posesivos o enfermizos. O con los guapos y los feos, o los fuertes y los débiles.
La genética nos regala algunas cosas, y sitúa otras fuera de nuestro alcance. Pero eso da igual. Porque en el fondo, todos tendemos a lo mismo: la adaptación. Sólo que algunos lo tienen más fácil, y otros deben dar un rodeo para conseguir lo que quieren.

Predisposición genética vs. Constructo social

Las personas nacen con una serie de elementos genéticos que marcan la personalidad de cada individuo. Con respecto al alcance de dichas “marcas” genéticas se establecen numerosos debates. Hay características que son indiscutiblemente provocadas por dicha genética: una discapacidad mental, o una malformación física durante el desarrollo fetal… Sin embargo, existen otras características cuyo origen no es tan evidente. Por ejemplo, las personalidades violentas. O las personalidades pacíficas. La capacidad de liderazgo, o la incapacidad de ejercer el mismo.
Y al margen de esas predisposiciones genéticas, nos encontramos las que se generan por presión de la sociedad. Por instinto de supervivencia. Hay personas que desarrollan la capacidad de escucha y otras que no lo hacen. Cada persona desarrolla una serie de patrones conductuales y de personalidad que no tienen otra función que la de adaptar al sujeto al medio. Sin embargo, cada persona es un mundo. Cada patrón (de personalidad, conductual, afectivo-relacional, ético…) es único.
Yo, personalmente, entiendo que las personas son un constructo social que parte de una predisposición genética anterior. Mientras que el constructo social puede ser sometido a nuestra voluntad, el genético no. Sin embargo, la predisposición genética puede ser determinante o volverse irrelevante. Podemos cambiar. Es difícil, y no siempre se consigue, pero no es imposible. La personalidad que se construye a partir de las colisiones continuas contra la sociedad es muy maleable. No es fácil cambiarla, sin embargo, pero sí es bastante posible.
Una persona con un carácter violento por naturaleza normalmente desarrolla patrones conductuales violentos. Dichos patrones son difícilmente mutables. El sujeto debe cambiar la personalidad violenta, y los patrones relacionales adquiridos.
Sin embargo, un sujeto con un carácter pacífico por naturaleza que desarrolle una adicción alguna droga, debe superar la adicción, y cambiar la personalidad adquirida a partir de un reflejo social (si no existieran las drogas, no habría drogodependientes, por eso la característica es un reflejo de la sociedad en la que se inserta). Puede cambiar esa característica personal (que es la adicción). Dicha característica puede tener mucho peso, y resultarle dificilísimo abandonar el consumo de drogas, sin embargo, al no existir ninguna predisposición genética, el sujeto tiene más fácil lograr el cambio que la persona de la personalidad violenta.
Ambas son mutables, pero en planos diferentes. Por eso ciertas personas necesitan un trabajo más profundo que otras.  Porque cada uno nacemos con unas características propias, y en un lugar y en una época que ejercerán un moldeamiento característico sobre nosotros. Pero todo podemos manejarlo nosotros. Con más o menos esfuerzo, pero todo es trabajable.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Dinamismos.

Desde que entré en la carrera, he ido asumiendo que lograr la integración de una persona o de un colectivo es algo complicadísimo. Porque resulta que las personas son realidades complejas, al tratarse de organismos polifacéticos. Eso significa que el ser humano se maneja, a lo largo de s recorrido vital, por diferentes planos socio-afectivos.
Por lo tanto, cuando una persona cae en la exclusión, es porque le fallan muchos de esos planos (si falla uno, te apoyas en otro…lo hacemos todos). Y entonces: catástrofe. Porque el problema de exclusión está formado por un montón de “problemitas” que afectan a diferentes facetas del individuo. Por lo tanto, para lograr algo, hay que actuar desde muchos puntos de acción, abarcando todas las problemáticas existentes.
Hasta ahí, la cruda realidad.

Pero me ha encantado el enfoque que se le ha dado en clase: darle la vuelta.
En el momento en que se aborda uno de os problemas, se rompe la dinámica circular descendente de exclusión. Y a partir de ahí, empieza la mejora. Aunque sea simplemente una transformación del problema (y no se llegue a la resolución del mismo), eso ya hace al sujeto salir de ese círculo vicioso.

Por lo tanto, la “gran y difícilmente tratable” exclusión resulta que tiene muchas pequeñas puertas de acceso. Como el invencible Aquiles tenía su talón. Igual. Sólo hay que saber atacar.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Marginación y exclusión.

"Trata a una persona como lo que es y seguirá siendo lo que es.
Trátala como lo que puede llegar a ser y se convertirá en todo lo que puede ser."

Si marginamos, acabarán siendo verdaderos marginados.
Cada actitud, cada comentario cuenta.

¿Y si el problema de la exclusión resulta que nace por culpa de los "incluidos", que empiezan a tratar al resto como excluidos?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Marginación y exclusión.

Las palabras tienen más poder del que a veces les otorgamos. Están llenas de matices e implicaciones, que sólo es posible apreciar si se conoce el contexto y la realidad social en que se usan.
En clase hemos analizado diferentes palabras que, aunque aparentemente sean sinónimos, tienen en realidad significados muy diferentes:

Cuando hablamos de inadaptación, estamos haciendo referencia a una situación permanente, en la que la culpa de la misma recae sobre el individuo/ colectivo.
Sin embargo, si hablamos de desadaptación, entendemos que la situación es transitoria, y situamos las dificultades en la relación recíproca que se establece entre el individuo y el medio social.
Si se habla de marginación, se hace referencia al ambiente, siendo el ambiente el que margina, y el individuo el que es marginado.
La exclusión implica una visión que establece una separación entre el individuo o colectivo y las oportunidades a las que tiene acceso (y a las que otros individuos/ colectivos sí pueden acceder).

martes, 16 de noviembre de 2010

Infancia desfavorecida

Hace unos días tuvimos una conferencia sobre “Infancia desfavorecida”.
Nos hablaron de cómo funciona el sistema de protección de menores, y del acogimiento familiar.

Sin embargo, no puedo quitarme de la cabeza lo que una vez, hace ya varios años, le oí contar a una buena mujer. Era la madre superiora de una de las muchas órdenes religiosas que trabajan en los países más pobres del mundo. Ella se encargaba de administrar un centro en el que se acogía a los miles de niños (y sobre todo, niñas) que eran abandonados en la calle, al lado de contenedores, o en vertederos.
Decía que los medios eran tan escasos que a veces, por la noche, tenía que pasearse entre las cunas, para ver cuáles de los niños tenía más posibilidades de sobrevivir (algunos los encontraban moribundos), y cuáles no, porque no había comida para todos. La mujer lo contaba llorando. Yo apenas tendría seis años, pero tengo grabada esa cara de dolor en mi memoria. Muy hondo.
Recuerdo que mi padre le preguntó que cómo era capaz de hacer aquello, que él no hubiera sido capaz. Y ella le dijo que tenía que hacerlo, que no le quedaba otra opción, porque si no lo hacía se morirían todos.

Nosotros hablamos de infancia desfavorecida en nuestro país, y me parece esencial que la protejamos como la hacemos, pero… No perdamos de vista el marco de referencia.
Porque a veces, nuestras labores se quedan absurdamente pequeñas (y egoístamente intraestatales).

Menores institucionalizados (Conferencia)

Cuando un menor se institucionaliza, y pasa a vivir con una familia de acogida, los educadores sociales hacen todo lo posible por que no se rompan los lazos que existen entre su familia biológica y él.
Y a mí, la verdad, nunca me ha quedado claro del todo la necesidad de hacer eso. Y no me ha hecho mucha gracia, la verdad.
Soy partidario de las segundas oportunidades. Pero a veces, no.
El menor es el eslabón más débil de la cadena. De todos los que salen perdiendo en ese proceso (si sale mal, claro), el menor es el que más herido queda, porque, por norma general, es el que más indefenso se encuentra. Por ello creo que el Estado debe protegerlo a toda costa, y por encima de los demás. Porque es su responsabilidad.

Pero en la conferencia, de repente, me di cuenta de lo equivocado que estaba. La ponente nos hizo la siguiente reflexión: “Si no se sanan los vínculos dañados (del menor con la familia biológica), todas las futuras relaciones de identificación se establecen con desconfianza”.

Una vez leí en un libro (“Las cinco personas que encontrarás en el cielo” de Mitch Albom) que durante la infancia y la adolescencia las personas son como un cristal muy limpio: cada mínimo roce deja marcada una profunda huella que no se borra con facilidad.

Y eso me recordaba justo a lo que se nos dijo en la charla: es importante curar las heridas durante esa etapa vital, porque si no cura correctamente, las cicatrices pueden cargarse todas las futuras relaciones sociales que intente establecer el individuo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Debate de clase: inmigración rumana (2ªparte)

“El dinero es una zorra que nunca duerme”. Lo leí en un periódico hace unos días, y me impactó. Y por eso he querido empezar así este post.
Volvamos a donde lo dejamos en el post anterior: el odio xenófobo. El racismo.
En este caso, el racismo hacia un colectivo entero (la comunidad de gitanos rumanos).
Estoy convencido, desde lo más hondo de mí, de que el racismo en sí viene determinado por el dinero. Son los colectivos o grupos étnicos pobres los que sufren racismo. A nadie, capitalistamente cabal, se le ocurriría discriminar a los suecos. O a los alemanes. Sin embargo, es fácil discriminar a los rumanos en general (Rumania es de los países más pobres de la UE) o a los africanos.
Sin embargo, siempre hay excepciones. Nadie discriminaría a Obama, (Presidente de los EEUU), ni a Michael Jordan, (leyenda del baloncesto), por muy negros que sean. Y es que el dinero blanquea al negro, y hace guapo al feo. Es el problema que tiene este sistema en que vivimos.

Y, lógicamente, una comunidad entera de inmigrantes pobres es el blanco perfecto. Para las críticas, para el trato insensible, para el desprecio y hasta la violencia.
Los pobres huelen mal. La pobreza no huele a Dior, ni a Channel número 5. Huele al sudor del trabajo y a lágrimas, a miedo, a desesperación y a demasiada mierda acumulada en la piel y en la dignidad.
Los pobres son una realidad incómoda, que estropea las calles y que queda mal en la portada de los periódicos. Son pobres porque no tienen dinero, y por no tener dinero tienen el acceso a los puestos de trabajo muy restringido. Como no tienen trabajo, roban para sobrevivir (el instinto de supervivencia saca lo más animal que cada hombre lleva dentro). A veces cometen barbaridades. Y eso acarrea problemas de convivencia.
Son discriminados sin piedad por la sociedad que (no) los acoge, y se saben discriminados, por lo que se mantienen, obedientes, al margen. No cambian porque nadie espera que cambien, porque han bajado la cabeza, tantas veces apaleada por el resto del mundo. No los dejamos que cambien.
Al fin y al cabo… los rumanos son todos unos ladrones ¿no?

miércoles, 3 de noviembre de 2010

A VUELTAS CON LOS ESTEREOTIPOS (vídeo inmigración población rumana)

La mente humana utiliza una serie de recursos para adaptarse al medio en el que debemos insertarnos. Uno de esos recursos es el razonamiento heurístico. Este recurso consiste en un “atajo cognitivo”, es decir, que el cerebro utiliza información almacenada en situaciones anteriores para evitarse, ante una nueva situación dada, tener que realizar todo el proceso mental que implica el conocimiento.
Fruto de esta herramienta podemos encontrar muchas actuaciones que realizamos en la vida diaria. Ahí es donde aparecen los estereotipos.
En cierto modo, el estereotipo no es malo. Nos permite reaccionar ante sujetos o situaciones que se nos cruzan de forma imprevista. El estereotipo parte de un conocimiento superficial de la realidad, o de la información almacenada en nuestra memoria que fue extraída de situaciones anteriores. Como digo, esto no es negativo. Se me ocurre el siguiente ejemplo: Nos encontramos en un callejón oscuro, a medianoche, a un individuo que sale de entre las sombras y se acerca a nosotros con una navaja en la mano. Nuestro razonamiento, utilizando la heurística, nos incitaría a salir corriendo a toda velocidad. Sin embargo, si careciésemos de él, nos veríamos allí, tranquilamente, esperando a conocer al hombre de la navaja, y hasta que no se diera el caso, no saldríamos a correr. Y puede que el buen hombre sólo haya sacado la navaja para pelar una naranja. Pero nuestra mente, siguiendo la imagen que tantas veces hemos visto en la televisión o en las noticias, asociaría esta situación como una situación de posible atraco, y que encierra un peligro para nosotros, por lo que nos incita a correr.

Sin embargo, el estereotipo a veces se convierte en prejuicio (que nos habla del aspecto negativo de las personas partiendo de las diferencias que se establecen entre los grupos humanos y que se consideran negativas), y el prejuicio desemboca en una actitud xenófoba o excluyente.

Por eso, el vídeo sobre la comunidad rumana que vimos el otro día en clase, me incita a llamar la atención sobre el razonamiento heurístico, o sobre los estereotipos. Tengamos cuidado. Los medios de comunicación pueden crear en nuestras mentes, al margen de nuestra voluntad, una serie de atajos cognitivos que acaben por formar en nuestra mente una imagen manipulada (y peor, socialmente dada por válida) acerca de personas, colectivos o incluso sociedades enteras.
Así que tengamos cuidado. Y un juicio crítico. Que si no, podemos caer en una de las trampas más gordas de la humanidad: La del odio xenófobo.

lunes, 25 de octubre de 2010

La importancia de las redes.

Vivimos inmersos en un modelo de Estado paternalista. Y una de las características más significativas de este modelo es el “Familiarismo extremo con carácter estructurante”. Esto significa que el Estado cuida de sus ciudadanos como una gallina de sus pollitos: agrupándolos bajos sus alas protectoras, y tendiendo en gran medida a una protección que ralentiza de sobremanera el desarrollo autónomo de las personas.
Por otro lado, en nuestro país se da un esquema relacional muy familiarista: es decir, las relaciones se estructuran en torno a un eje familiar muy definido, y que cumple determinadas funciones. Esto tiene consecuencias positivas (fuertes lazos de solidaridad) y negativas (la carga familiar recae sobre la mujer).

El Estado Español protege a los españoles, en gran medida, usando esas redes familiares ya existentes. Esto no es ni bueno ni malo. Es una característica de nuestro modelo de Estado de Bienestar. Dicho modelo podría ser otro, pero no lo es. Por tanto, debemos entender la importancia que tiene la familia (es decir, la red de integración social por excelencia) en la inserción social de los individuos.
De ahí que yo defienda el hecho de que crear una red relacional, no sólo familiar, sino también laboral o de amistades, es la principal vía de escape de la exclusión. Por supuesto, existen muchos otros aspectos que deben ser tratados, pero creo que deberíamos prestar especial atención a las redes. Y no subestimar la importancia que poseen en un país que estructura la protección ciudadana en torno a dichas redes sociales.

jueves, 14 de octubre de 2010

El porqué de la semilla...

Las personas son como las semillas. Me crié en el campo, y una de las primeras cosas que aprendí es la magia de las semillas. ¿Cómo una cosa tan pequeña e insignificante puede transformarse en un árbol? Los árboles parecen demasiado grandes y transcendentes como para haber brotado de una simple semilla. Y sin embargo, es así. De lo más minúsculo puede salir algo grandioso. Y eso puede aplicarse a las personas. Si se siembran en tierra fértil, se las riega con el agua adecuada y se abonan... Cambian. Al igual que las semillas saben cómo llegar a ser árboles, las personas guardan en lo profundo de sí la llave de su potencial. A veces se olvidan de esa llave, o la entierran bajo un montón de desesperanzas y sinsabores. Pero la llave sigue ahí. Como la semilla. Una semilla puede transformarse en un enorme árbol que de frutos, y cobijo a los pájaros, y más semillas... o simplemente puede permanecer vacía, redonda e inútil en el fondo de una caja oscura. Depende de cómo se la trate.
Una de las pocas convicciones profesionales que tengo fuertemente arraigada es ésa: la aprendí desde pequeño, mientras miraba los árboles en las tardes de verano. Las personas son como las semillas. Nuestro deber como profesionales es regarlas, abonarlas y encargarnos de que la tierra a su alrededor esté lo más fresca posible. Pero la llave del verdadero cambio la guarda la propia persona. Y con esa llave (inalcanzable para todos menos para uno mismo) se puede conseguir que una simple semilla se transforme en el árbol más hermoso del mundo.